Aprender a beber es aprender a vivir

Ahora justo a la entrada del verano y de la época vacacional, es hora de hablar de algo no muy agradable pero que, irremediablemente, todos los años acaba siendo noticia: me refiero al turismo de borrachera. Muchas son las zonas de nuestro país, un lugar que es el destino preferido de muchos veraneantes tanto nacionales como extranjeros, en el que tenemos que escuchar hablar del desfase de muchos turistas que abusan del alcohol, a veces con fatales consecuencias. Desde este blog esperamos que los recientes cambios que se han hecho desde los ayuntamientos de los lugares más visitados en legislación sobre ese tema realmente causen efecto, y que por fin podamos acabar con esta lacra que realmente hay que tomar en serio.

Sin embargo, hay que reconocer que poco a poco, la cultura del buen beber se está perdiendo. Hace unas cuantas generaciones que eso de educarse en el consumo de alcohol se ha ido perdiendo poco a poco; y lo que antes se consideraba elegante, el beber con gusto y moderación, ahora se mira como una tontería, y vale la cultura del «a ver quién aguanta más», bebiendo sea lo que sea mientras tenga alta graduación. Esta claro que ninguna de estas dos últimas premisas están relacionadas con beber con conocimiento, y lo que es más, con buen gusto.

borrachasLa cultura del botellón se instauró hace un tiempo entre nuestros jóvenes, y parece que es difícil sacarlos de ahí, aunque en realidad si se piensa la verdad es que hay pocas alternativas a ello. No sólo está el fácil acceso al alcohol de peor calidad, sino que realmente esto es lo que está de moda, y aunque poco a poco la manera de evitarlo se hace a golpe de prohibiciones como beber en la calle, es difícil luchar contra algo que es lo que hace todo el mundo, y donde siempre se encuentran mañas para seguir haciéndolo. Y además hay dos factores que tenemos que tener en cuenta y hasta preocuparnos: la edad a la que los jóvenes empiezan a beber, cada vez más temprana; y la imagen de borrachas tomando también alcohol sin medida, queriendo equipararse a los tíos en capacidad de aguante, una extraña aspiración desde luego, como si eso hiciera progresar en la vida o algo así.

Por eso, ante la falta de soluciones eficaces, y ante estos factores que poco a poco se nos van de las manos, vuelvo a lo que señalé más arriba: la cultura del buen beber. Las bebidas alcohólicas son algo que han existido desde hace mucho tiempo, y durante un tiempo, se consideraba que el saber apreciar las mejores y el saber beber con moderación era algo elegante y denotaba el ser una persona educada con una amplia visión del mundo. Por supuesto, había borrachos que también bebían sin ningún criterio ni medida, pero realmente no estaban bien mirados; y ahora parece que el que más rápido bebe y llega a perder el conocimiento, haciendo entre tanto las mayores tonterías, es el rey del cotarro. ¿No resulta algo curioso?

Y volviendo al tema de los turistas que parece que vienen a España a consumir todo el alcohol que pueden en la menor cantidad de tiempo, ¿qué se puede decir? Parece ser que hacer eso en nuestro país es más barato, en precio y en consecuencias, que en otros lugares de Europa, y por eso los veraneantes sobre todo extranjeros cometen excesos, pensando en que no lo podrán volver a hacer hasta el año que viene. ¿Es otra prueba de que lo que se prohibe es mucho más atractivo, y que a veces se consigue el efecto contrario? Deberíamos hacernos esa pregunta.

Y que quede claro que el saber beber todo tipo de alcohol (qué, cuándo y cuánto)  es también amar la gastronomía y ser un auténtico gourmet, no hay que olvidarlo. Quizá dando ese objetivo como algo para incentivas, podamos ir poco a poco cambiando la mentalidad de los bebedores, y volver a recuperar el placer de la bebida y olvidarnos de esas molestas resacas del día después, que al final ni sabemos cómo las conseguimos.