No hay quién se resista a una buena mesa

Teniendo en cuenta las fechas en las que estamos, y los días que aún están por llegar, no hay lugar en España, y me atrevería decir que en medio mundo, donde no nos vayamos a pegar verdaderos festines culinarios, donde las mesas estén a reventar de comida y bebida, y donde no se vayan a permitir excesos de todo tipo en cuanto al comer y beber. Sobre todo aquí, no consideramos que haya una verdadera celebración si no corren el vino y los manjares (diría también las mujeres, pero claro, la mitad de la población como mínimo no estaría de acuerdo conmigo), y eso es algo que también forma parte de la identidad de ser español.

De cualquier forma, no creo que haya nadie a quien no le guste comer bien, pero claro, estaría bien definir qué es eso de «comer bien«. A cualquiera que le preguntemos, diría que esas copiosas comidas que nos esperan próximamente son un verdadero banquete, y alguno habrá que diga que son lo mejor porque se come de todo; alguna razón se lleva, aunque en este caso no es tan importante lo que comemos sino cómo lo comemos; se podrían equilibrar las comilonas de la cena con almuerzos livianos y viceversa, pero una vez que hemos cogido la carrera es difícil salir del círculo vicioso darnos atracones sin parar, por lo general hasta que el cuerpo aguante. Y eso, amigos, no es comer bien, por muy variada que sea la dieta en cada puesta de mesa durante estos días.

De cualquier forma, saliendo de los excesos que nos esperan, hay que volver de nuevo a nuestra forma de comer tradicional, y eso nos lleva irremediablemente a la dieta mediterránea, esa que es alabada por todo el mundo, pero que nosotros, incomprensiblemente, estamos abandonando poco a poco. Y no olvidemos que en esa dieta también está incluido el vino, siempre con moderación claro está, pero que es considerado como un estupendo aditivo que ayuda en la digestión y que tiene algunos componentes bastante beneficiosos para la salud.

Nuestra cultura nos invita a comer y beber, y sobre todo, a hacerlo en grupo, como si supieran mucho mejor la comida y la bebida en compañía; pero en la práctica, es que es así, sin duda alguna. Por eso, las Navidades ya son sinónimos del exceso en esos placeres, pero siempre con la familia, parientes y amigos, por mucho que durante el año no nos veamos nunca, o que en realidad no nos caigan demasiado bien. Nada importa ante una buena copa de vino o una caña de cerveza, y un plato de jamón ibérico o gambas de Huelva, por poner un ejemplo. Y por supuesto, este es el espíritu con el que hay que agarrar estas fechas.

Pero en cuanto pasen estos días, pasaos por aquí, y entre todos aprenderemos a disfrutar de nuestra alimentación de la mejor manera.